Los recovecos del Karma

por | Ago 12, 2024

Los Puranas son un conjunto de leyendas, mitos y narraciones que se compusieron en orden de llevar a las masas un entendimiento lúdico sobre las enseñanzas del hinduismo, revelando la verdad suprema a quienes se acercaran a escuchar los relatos sobre la grandeza de Krishna, Hari, Govinda, Vasudeva y demás nombres que se le dan al supremo.

Todas las narraciones de los Puranas, sobre todo, tienen el fin de enaltecer la devoción por la divinidad y la práctica humana de dedicar todas las acciones a esta, para purificarse y merecer la condición de disolverse en ella.

En el Purana que narra la historia del sabio Nārada, se establecen tres cosas que nos dan cuenta de la profundidad no sólo simbólica y ética del concepto del Karma, repetido hoy día hasta el cansancio para deliberar cierto tipo de castigo o premio por nuestras buenas o malas acciones, cuando en realidad el Karma nos habla de la condición existencial de la vida de los seres humanos, según el yoga.

Nārada, se dice, había sido un hombre muy apuesto y varonil en su previa vida, y había pasado casi toda la misma rodeado de mujeres y de música, infringiendo constantemente en la lujuria por los placeres y en la vanidad por su propia belleza. Por lo que en su vida de santo encarnó en el vientre de una mujer de servicio, sola y sin mucho poder,  quien le diera todo el amor hasta que un día fuese mordida por una serpiente, dejándolo huérfano.

El primer aspecto del Karma consiste en que en la vida de cualquier persona se despliega la oportunidad de obtener el aprendizaje necesario para evolucionar espiritualmente, y, de tener la visión y el deseo de ello, se puede aprovechar dicha posibilidad, aprendiendo las enseñanzas divinas. Nārada, a sus cortos cinco años, había conocido a varios sabios que, permitiéndole comer las sobras de sus alimentos por servirles y dedicarles su tiempo, le iniciaron en los secretos de encontrar a Hari, para saberse realmente Uno con Brahmán.

Por ello, cuando quedó huérfano y se fue solo a deambular el bosque, pasando por los obstáculos de sobrevivir a la naturaleza se desplegó ante él la oportunidad de aplicar sus conocimientos sagrados, y meditó y meditó, concentrando toda su atención. “Mientras meditaba en Sus pies de loto, con mi mente abrumada por el amor y mis ojos inundados de lágrimas de anhelo, Hari apareció gradualmente en mi corazón”.

La segunda condición fundamental del Karma es que estamos compuestos por el mismo. Pues según el yoga, los guṇas, o las cualidades que componen materialmente toda la naturaleza, son esencialmente sombras -unas más claras que otras- que nublan la consciencia plena y divina de que, más allá de nuestra encarnación y personalidad específica, somos en Realidad: Hari, Vishnu, Krishna, Brahmán, ese Ser divino y permanente que soporta la realidad material pero que está más allá de ella. En la noción Budista el verdadero Ser es el cielo, mientras que toda la realidad material es el clima que nubla la prístina condición de la consciencia verdadera.

Nārada en profunda meditación era incapaz de percibirse a sí mismo y a Hari al mismo tiempo. Por lo que, en ese momento, se disolvió su noción de personalidad y se fundió con la divinidad. Llenándose de lágrimas de devoción cuando hubo de volver tras la meditación, intentó con mucho ahínco regresar a aquel estado de unión con lo divino, sin poder conseguirlo. Así se le presentó Hari mismo, el cual le dijo “Me temo que en esta vida no podrás volver a Ser Uno conmigo. Pues tu alma aún no está purificada de sus acciones pasadas. Esta experiencia te ha sido dada para que despiertes el deseo por la iluminación.”

Las acciones del hombre, según los yogasūtras, pueden ser de tres tipos.

El primero es kṛṣṇa karma, o karma negro, que ha sido referido a las acciones que son realizadas con fines egoístas, y que deriva del oscurecimiento de la realidad por la sombra, la ignorancia, pues aquello negro hace alusión a lo que hacemos desde el olvido de ser Uno con el resto de la creación. Como el agente o actor sobre el mundo es quien está sujeto a sus sentidos, desde los que percibe la realidad limitada, es una acción guiada por el beneficio u interés de ese falso ser individual.

El segundo tipo es śukla karma, o karma blanco, que refiere a las acciones que provienen de un entendimiento desinteresado, que pueden bien ser realizadas desde la noción del servicio, el conocimiento verdadero de la naturaleza ilusoria de la realidad humana o el explicito acto de altruismo o beneficio exterior.

Mientras que el tercero refiere a la combinación de ambos, kṛṣṇaśukla karma, que mezcla tanto acciones interesadas como desinteresadas. O que contiene en sí misma una composición tanto de deber, devoción y entrega, como de interés por el sí mismo ilusorio.

Por ello, la acción sobre el mundo está determinada por la cantidad de luz contenida en la percepción. Así como hay veces que tenemos claridad sobre desde dónde hacemos lo que hacemos otras no tanto. Y prácticamente todas las acciones tienen un componente de “oscuridad”. ¿O no?

Por ello, la motivación para la práctica puede ser enmendar la soledad y el sufrimiento propio, paliar la condición desafortunada en la que estamos, buscar la propia salud, poder o vanidad, evadir los deberes que hemos de realizar, anular los pensamientos que no nos gusta tener, bloquear la consciencia de algunas cosas incómodas o dolorosas, o simplemente la entrega de realizar la sādhana porque es un bien mayor, para ti, para el resto de los seres, sin interés en el resultado propio como tal. Y como dice Dharma Mittra, hacerla porque se la tiene que hacer.

Según la sabiduría en la historia de Nārada, hemos de llegar a un límite –evidente u desapercibido– en nuestro camino espiritual, pues la práctica nos iluminará de acuerdo a la cantidad de luz en nuestra genuina intención, escondida en la forma en que miramos el mundo y nos miramos dentro de él. Sin embargo, y esta es la tercera condición para entender al karma como concepto existencial, existe la circunstancia inequívoca de que, de alcanzar cualquier tipo de realización sobre nuestra verdadera naturaleza se nos despierta un deseo específico, completamente ajeno al de la ambición material, denominadomumukṣutva, que es el deseo profundo por liberarse de los deseos mundanos para dar paso a disolver nuestra mente en el océano de la divinidad.

Nos vemos en el shala para practicar

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